Nacido entre principios de los 80 y finales de los 90 –los números bailan según el demógrafo con el que se hable–. Informado y social, vino al mundo con un móvil en mano. Se mueve en el mundo digital como pez en el agua. Las redes sociales son su altavoz y le encanta usarlas para dar su opinión. Una que espera que se escuche. Porque es egocéntrico –a su afición al selfie nos remitimos– y exigente: cuando quiere algo, lo quiere ya. Así es el comprador que tiene a la industria del lujo en ascuas. El millennial –milénico para nosotros, de ahora en adelante, por recomendación de la Fundación del Español Urgente (Fundéu)–.